Debo haber tenido ocho o nueve años, el día que comenzaron las
obsesiones. Yo no sabía que estaba mal ser así, ni creía que existieran
personas que no se dedicaran a pensar gran parte del día en las mismas
cosas. Cuando un día mi mamá me pidió agua y tuve que lavar el vaso
cinco veces, porque temía que si lo lavaba menos veces, el agua podía
ensuciarse y ella enfermar, asumí que de los que lavaban las cosas una y
otra vez era el reino de la calma, y si quería vivir en paz, tenía que
lavar las cosas cada vez más.
Siempre después de comer
me pedían lavar la loza y yo sabía el horror que se venía. A veces en
unos pocos platos y unos pocos tenedores, se me iban horas. Mis papás se
enojaban porque decía que derrochaba agua y detergente, simplemente por
capricho, y muchas veces me enseñaron a lavar los platos, mientras yo
internamente gritaba: ¡Si yo los sé lavar! ¡Es sólo que nunca quedan
suficientemente limpios! Hasta que ellos se rindieron, yo aprendí a cocinar y estuve cinco años sin poder lavar un plato.
Pasaban
los años, llegaba la adolescencia y las ideas tipicas de la edad se
convertían en pensamientos que debía de analizar sin parar un segundo.
Luego llegaba el invierno y era imposible dormir sin revisar cuatro
veces que la estufa estuviera apagada. Revisar que la cocina no tuviera
olor a gas, se convirtió en una tradición y cuando nuestro califont se
modernizó y comenzó a ser electrico, creo haber dado gracias a Dios.
Un día llegó el amor. Y las obsesiones y el amor jamás se han llevado. Yo por ese entonces no sabía de celos, restricciones, infidelidades ni nada por el estilo, pero cuando me decían algo que me hería, no podía concentrarme de tanto analizarlo y buscarle un sentido, que lograra quitarle la fealdad al asunto y mandar la pena a otra galaxia.
Luego vinieron más amores, más problemas reales, más miedos, más rupturas, más escuchar "lo que no te mata, te hace fuerte" y más "tener" la completa seguridad que ni la enseñanza más sensata es capaz de quitarte el trastorno obsesivo compulsivo.
La psiquiatría llegó a mi vida y probé todo tipo de pastillas. Viví muertes que sólo consiguieron hacerle temer más a la muerte e idear nuevas maneras obsesivas de proteger a la gente. Probé Flores de Bach, Yoga, asistir a la iglesia, pero seguía sin poder dormir si antes no revisaba la estufa.
Un día llegó el psicoanalisis, un año y medio de intensa terapia, descubrir la razón de todas mis manías y experimentar extraños cambios en mi. Aún sigo con manías, pero son notoriamente menos. La cocina la reviso sólo una vez y como eso suelen hacerlo todos los adultos, nadie lo ve como algo malo. He vuelto a lavar la loza, tenemos estufa electrica y si bien hay estructuras que no logro romper aún, hay otras que se las ha llevado el viento.
El problema es que el TOC a veces vuelve, se cuela en tu vida y cuando te das cuenta ya es tarde. Y eso es lo que me complica: Poder lavar la loza, pero no tener la capacidad de vivir una tarde normal, si a cierta hora del día no ocurre una cosa X. Porque con el TOC nunca se sabe y muchas veces la ausencia de un acto que todos los días era a una hora determinada, puede significar que no sabes como llevar tu día. Es un ejemplo, claro. Tampoco voy a venir aquí a contarles que cosa necesito para que mi día comience bien. Supongo que un día lo haré, pero cuando ello se haya convertido en algo del pasado; en algo que no tenga que analizar muchas veces seguidas ni que me haga tener que tomar dos tazas de té, un chocolate y 1/2 ansiolitico para poderlo olvidar.
Hermosa columna, Viviana. A mí sencillamente no me puede provocar rechazo tu TOC. Pero pienso en ese TOC tan noble que conociste de niña, ese TOC de buenasamaritana, solidario, humanitario, afectivo y social, ese TOC que consiste en lavar escrupulosamente la loza y revisar repetidamente que esté bien cerrada la llave del gas. Ese TOC lo pones al servicio de los demás. Lo haces porque, sin duda, tienes un alma noble y así has conseguido salvar puntualmente la vida de todos tus seres queridos. Créelo porque es la verdad. No obstante, el otro TOC, el íntimo, el personal, el supersticioso, el que usamos todos de vez en cuando para conjurar el miedo, el que te lleva a pensar que, de no ocurrir determinado evento a cierta hora del día, sería el CAOS, ese TOC, querida amiga, es verdaderamente peligroso. Justamente, porque carece del tono afectivo del otro TOC. No lo hacemos para cuidar a los demás y no te cuidas a ti misma. Al contrario, ese TOC malsano revela una constante insatisfacción y una duda que siempre estás clavando en tu persona. No es el plato donde comerán otros el que, en este caso, te obsesionas por lavar. Es tu cara que nunca llegas a ver limpia. Y tu debes saber, Viviana, que tu cara está excesivamente limpia y que hueles a árboles. Elimina ese TOC de tu vida. Tus amigos, tan obsesivos compulsivos y tan afectivos como tú, revisaremos constantemente que no dejes abierta la llave de ese peligroso gas que amenaza con hacer explotar tu alma noble, quemando de paso toda la bullente sangre que tienes dentro de ti.
ResponderEliminarCon cariño y muy agradecido, Modetto.
Me parece un texto hermoso y triste. Sin embargo debo decir que siempre fue desesperante ver cuando lavabas los platos sobre todo para alguien obsesivo como yo que no toleraba ese infierno acuático.
ResponderEliminarCOLOR
ResponderEliminar