viernes, 23 de agosto de 2013

Igual que Jack Nicholson en "Mejor, Imposible".

Debo haber tenido ocho o nueve años, el día que comenzaron las obsesiones. Yo no sabía que estaba mal ser así, ni creía que existieran personas que no se dedicaran a pensar gran parte del día en las mismas cosas. Cuando un día mi mamá me pidió agua y tuve que lavar el vaso cinco veces, porque temía que si lo lavaba menos veces, el agua podía ensuciarse y ella enfermar, asumí que de los que lavaban las cosas una y otra vez era el reino de la calma, y si quería vivir en paz, tenía que lavar las cosas cada vez más.

Siempre después de comer me pedían lavar la loza y yo sabía el horror que se venía. A veces en unos pocos platos y unos pocos tenedores, se me iban horas. Mis papás se enojaban porque decía que derrochaba agua y detergente, simplemente por capricho, y muchas veces me enseñaron a lavar los platos, mientras yo internamente gritaba: ¡Si yo los sé lavar! ¡Es sólo que nunca quedan suficientemente limpios! Hasta que ellos se rindieron, yo aprendí a cocinar y estuve cinco años sin poder lavar un plato.

Pasaban los años, llegaba la adolescencia y las ideas tipicas de la edad se convertían en pensamientos que debía de analizar sin parar un segundo. Luego llegaba el invierno y era imposible dormir sin revisar cuatro veces que la estufa estuviera apagada. Revisar que la cocina no tuviera olor a gas, se convirtió en una tradición y cuando nuestro califont se modernizó y comenzó a ser electrico, creo haber dado gracias a Dios.

Un día llegó el amor. Y las obsesiones y el amor jamás se han llevado. Yo por ese entonces no sabía de celos, restricciones, infidelidades ni nada por el estilo, pero cuando me decían algo que me hería, no podía concentrarme de tanto analizarlo y buscarle un sentido, que lograra quitarle la fealdad al asunto y mandar la pena a otra galaxia.

Luego vinieron más amores, más problemas reales, más miedos, más rupturas, más escuchar "lo que no te mata, te hace fuerte" y más "tener" la completa seguridad que ni la enseñanza más sensata es capaz de quitarte el trastorno obsesivo compulsivo.

La psiquiatría llegó a mi vida y probé todo tipo de pastillas. Viví muertes que sólo consiguieron hacerle temer más a la muerte e idear nuevas maneras obsesivas de proteger a la gente. Probé Flores de Bach, Yoga, asistir a la iglesia, pero seguía sin poder dormir si antes no revisaba la estufa.

Un día llegó el psicoanalisis, un año y medio de intensa terapia, descubrir la razón de todas mis manías y experimentar extraños cambios en mi. Aún sigo con manías, pero son notoriamente menos. La cocina la reviso sólo una vez y como eso suelen hacerlo todos los adultos, nadie lo ve como algo malo. He vuelto a lavar la loza, tenemos estufa electrica y si bien hay estructuras que no logro romper aún, hay otras que se las ha llevado el viento.

El problema es que el TOC a veces vuelve, se cuela en tu vida y cuando te das cuenta ya es tarde. Y eso es lo que me complica: Poder lavar la loza, pero no tener la capacidad de vivir una tarde normal, si a cierta hora del día no ocurre una cosa X. Porque con el TOC nunca se sabe y muchas veces la ausencia de un acto que todos los días era a una hora determinada, puede significar que no sabes como llevar tu día. Es un ejemplo, claro. Tampoco voy a venir aquí a contarles que cosa necesito para que mi día comience bien. Supongo que un día lo haré, pero cuando ello se haya convertido en algo del pasado; en algo que no tenga que analizar muchas veces seguidas ni que me haga tener que tomar dos tazas de té, un chocolate y 1/2 ansiolitico para poderlo olvidar.


viernes, 17 de mayo de 2013

La vida con Jo

Hace mucho tiempo tenía ganas de escribir este post, y en realidad tengo muy presente el día que me decidí a hacerlo.
Siempre he creído que  en cada semestre de nuestros años existe un día perfecto (sí, así como el clásico de Lou Reed) y que fue depositado en tu vida para hacerla cambiar en 360º. Con la Jo tuvimos un día así y desde ese día ella comenzó a pedirme que escribiera sobre nuestra amistad y yo deseé con todas mis fuerzas poder hacerlo, pero la flojera y el bloqueo creativo me estancaron y obligaron a esperar muchísimos meses para intentarlo.

Con la Jo nos conocimos en el colegio. Ambas estudiamos en las monjas por 12 años. Nos llevabamos muy bien y nos sentabamos cerca, pero en los recreos no estabamos siempre juntas. Muchas veces salimos de fiesta y muchas veces nos dimos consejos, pero al salir de 4to medio fue cuando por fin se formó la real amistad.

No recuerdo bien como comenzamos a juntarnos, pero tengo claro que desde que ocurrió no pudimos separarnos más. Las razones son simples: no existen personas en el mundo más parecidas que yo y la Jo. Ambas amamos las monjas, los lugares deshabitados, los misterios del mundo, las ciudades desiertas, viajar, los amores enloquecedores, 1984 y el cine. Si bien ella es notoramiente más fuerte que yo, las dos padecemos hasta los mismos trastornos psicologicos, y no digo que estemos locas, pero tan cuerdas no estamos, y eso nos hace unirnos aún más.

Muchas veces he padecido miedos absurdos y luego se los cuento a ella, y la Jo me dice que la noche anterior no pudo dormir del miedo por la misma cosa.
Ambas consideramos que "Johnny cogió su fusil" es la película más aterradora de la historia y siempre, pero siempre, la recordamos en nuestras juntas.
Un día vi una película llamada "Harold and Maude" y se la recomendé. La vida de la Jo cambió por completo.

Nunca nos hemos enojado de verdad, y cuando ha ocurrido, sufrimos enormemente. Nos admiramos mutuamente, nos apoyamos siempre y la felicidad de la otra siempre se convierte en felicidad propia, así como su dolor es mi dolor y mi dolor siempre le causa lagrimas.

Hemos estado tardes enteras caminando y cuando llega el momento de separarnos siempre duele. El espacio que formamos cuando estamos juntas es similar a pasar de la vida real a estar unas horas dentro de una película, y cuando yo me bajo del metro o nos despedimos en el paradero de la micro, siempre la vida se pone distinta.

Siempre hemos estado cerca en los momentos más horribles de la vida, y también en los más buenos. Cada junta significa reirse mil horas de cosas que nadie entiende y siempre terminar las frases con: Todo va cambiar el día que partamos juntas a un convento y seamos unas hermosas monjas.


Echarnos en la cama de mi mamá, con bandejas llenas de comida e infinita conversación, convierte una noche de sábado en la mejor noche de la Tierra. Es en esas instancias donde hemos resuelto enormes problemas existenciales (y amorosos también) y se nos han ocurrido las mejores películas.

El día perfecto fue muy simple, pero nunca se nos fue de la cabeza. Nos reunimos en la tarde en un centro cultural y vimos un documental sobre el desastre de Chernobyl. Enloquecimos en las butacas y soñamos con algún día conseguir unos trajes especiales y caminar juntas entre todos esos bellos y misteriosos lugares abandonados. Luego recorrimos Santiago, comimos en un café y de casualidad llegamos al Normandie y entramos a ver una película sobre el psicoanalista Jung y el amor de su vida: Sabina. No sabíamos que tan buena sería, pero si tocaba el tema de la locura, teníamos que verla. La vimos, enloquecimos, lloramos y salimos de la sala de cine con la sensación de que la vida era maravillosa. Saltabamos y cantabamos por la oscuras calles de Santiago y a cada segundo nos decíamos: ¿Te fijas como nadie en el mundo sería capaz de sentirse como nosotras nos sentimos ahora?. Luego fuimos al supermercado, compramos las mejores delicias que encontramos y llegamos a mi casa, armando un banquete descomunal. Planeamos fumar marihuana, pero el único papel que había era el de la Biblia, y como dentro de ambas siempre existe el deseo de ser monjas, nos dio cargo de conciencia y lo desechamos.
Conversamos toda la noche, nos reímos como nunca y nos sentimos las personas más afortunadas del mundo por tenernos la una a la otra. Imaginamos como serían nuestros días cuando tuvieramos hijos y nos juntaramos los domingos a conversar de la vida mientras los niños se bañaban en una pequeña piscina. También juramos obligar a nuestros futuros maridos que se convirtieran en mejores amigos e hicieran asados todos los viernes.

Hay días en que me siento poco inteligente y poco talentosa, pero siempre aparece ella y me dice que soy la más brillante de todas. Cuando sufro por amor ella enloquece de rabia y dice que no entiende como alguien puede ser capáz de hacer llorar a la mejor mujer del universo. Yo pienso lo mismo sobre ella: que es la mejor, la más genial, la más divertida y la más inteligente.

También pienso que la vida nunca nos va separar, y como nos gusta tanto el cine, logramos imaginarlo y sentir que es real. 

Cuando hago listas de las personas que más quiero en el mundo ella siempre está. Siempre va estar. Apuesto mi vida a eso.


martes, 26 de febrero de 2013

Cosas que me ocurrieron y que si me vuelven a ocurrir me sacaré los ojos

La escritura llorona me aburrió hace algunos meses, y no quiero que este post se sienta como un dramón, ya que de verdad no lo es. Si hoy me decidí a hablar de algunas cosas que me han ocurrido y que prefiero sacarme los ojos antes de que me vuelvan a ocurrir es más a modo de homenaje a mis clásicas listas de cosas y también para reflexionar un poco sobre mi actual opción de ser feliz a como de lugar (opción que nació después de altas dosis de auto convencimiento de que la vida es corta y también porque el psicoanalista me está cobrando más caro y no quiero sentir que le estoy regalando dineral).

1.-Ser la que ayuda a olvidar y que finalmente no lo consigue:

Sí, así de macabro como suena: No existe nada más horrible que estar con un tipo que no logra olvidar a su ex. Lo conoces, le das tu vida, comienzas a enamorarte, él también de ti, PERO, su corazón siempre va tener a la otra ahí habitando y haciéndolo soñar. Hagas lo que hagas jamás vas a lograr que te ame sólo a ti y eso probablemente asesine tu autoestima. El amor por la otra ya forma parte de sus órganos vitales y aunque hagas de su vida una película con Beach Boys de fondo siempre cuando mire el atardecer pensará en ella primero. Si te mueres sufrirá por ti, pero si se muere ella se suicidará (no sé si se entiende la analogía).
Y tu destino será aprender a ser "el otro amor en su vida" y no lo que todas anhelamos ser en la vida del hombre que amamos: EL AMOR DE SU VIDA.

¿Qué pienso de eso? Que no existe nada más triste que ser la segunda en su cabeza.
¿Me pasó? Claro que me pasó porque estoy bendita por la tragedia.
¿Qué hice? Me aguanté, luego reclamé, luego volví a aguantar, después tomé Clonazepan, me convertí en la mujer sin ego y zombie, luego me dejaron y PAF! después se fue a vivir con ella.
¿Qué haría si me ocurriera ahora? No verlo nunca más y llegar a viejita con alguien que sea capas de alguna vez en la vida cantarme: el amoooor de mi vida has siiidooo tu, el amoooor de mi vida siiigues siendooo tu (8)

2.-La engañada:

A mi me han sido infiel millones de veces, y sólo por mala suerte, ya que definitivamente no es por karma, ya que yo sólo he "loqueado" cuando no tengo sentimiento por nadie.
La primera vez que me engañaron fue cuando tenía 15 años, y haciendo homenaje al item de más arriba: el engaño fue con su ex. El asunto me traumó un poco, pero la esperanza de que existieran hombres buenos no me convirtió en un ser asexuado y me motivó a seguir buscando, y encontré de todo: buenos y malos. Hubieron buenos que me hicieron sentir una princesa y malos que me hicieron sentir una rata, el problema es que el porcentaje de malos superó notoriamente al de buenos, y se comenzó a convertir en tradición la historia: "Oigan, a la Vivi la gorrearon", provocando una prematura psicosis en mi.

¿Qué pienso de eso? Que hay que cortarsela a quien te engañe y jamás perdonarlo. Quizás no tengo la fuerza de ustedes, pero nunca podré perdonar una infidelidad y probablemente si la perdono me termine vengando de una manera horrible y creo que eso no es vida.
¿Me pasó? Sí, MUCHAS VECES.
¿Qué hice? Terminé la historia.
¿Qué haría si me ocurriera ahora? No verlo nunca más en la vida.

3.-La rival de su madre:

Si tu mamá te odia a primera vista y te sigue odiando pasado un mes, te odiará de por vida y no habrá forma alguna de cambiarlo. Da igual que sepas de repostería, tengas talento musical y jamás digas malas palabras, el odio es por haberle quitado a su hijo y mientras sigas junto a él serás, frente a sus ojos, la persona más despreciable del mundo. ¿Es esto algo normal? Claro que no, ya que una cosa es anhelar una niña buena para su muchacho, pero otra muy distinta es sufrir ataques de histeria y reventar en colera cuando el chico y la chica se toman de la manito al ver la televisión.
Esta situación es insostenible y por mucho que quieras a tu pololo, tienes que dejarlo y buscar uno que tenga padres hippies o una mamá de cachetes colorados que te diga: mijita.

¿Qué pienso de eso? Que hay que huir porque la situación jamás mejora.
¿Me pasó? Sí, y MAL.
¿Qué hice? Empecé a tomar cerveza en cantidades industriales.
¿Qué haría si me ocurriera ahora? Tomaría los votos religiosos y le pediría a la virgen María que me acogiera como nuera.

4.-La última en su cadena de prioridades:

Esta me ocurrió en gran parte de los romances de mi vida y me hacía sentir constantemente como una visita:

-"Te echo de menos mi amor"
-"Yo también, pero tengo cosas que hacer"
-"Pero todos los días tienes cosas que hacer"
-"Lo siento Viviana, pero tengo PRIORIDADES"

Se entiende que existe el trabajo, los amigos, la familia, los compromisos, las enfermedades e ir a envangelizar paganos a las discoteques, pero cuando siempre vas última en la lista definitivamente no te quieren mucho. Es super triste rogar por una cita y darte cuenta que si no preguntas: ¿cuando nos veremos? no lo verás nunca. La cosa es super simple: si te ama le importa verte, y si no te puede ver te echa de menos y anhela verte pronto. Si esas dos cosas no ocurren adopta un perro.

¿Qué pienso de eso? Que es tremendamente humillante y que si estás en una historia así es porque no te valoras.
¿Me pasó? Sí y perdí toda la dignidad anhelando una salida semanal.
¿Qué hice? Empecé a salir de fiesta y a disfrutar de la juventud.
¿Qué haría si me ocurriera ahora? Sería comprensiva al principio, pero si después noto que es algo recurrente, adiós nomás.

Sean felices chicas, cuesta mucho, pero se puede.
¡Las espero en Twitter @santisima_v!

sábado, 29 de diciembre de 2012

La ciudad de la furia

Recuerdo que esa mañana estábamos con O. hablando sobre las Fiestas Patrias. Ideábamos un plan para quedarnos en Santiago y lograr asistir a absolutamente todos los buenos eventos de la capital. Ya los tiempos extraños habían quedado atrás y con O. sólo teníamos interés en convertir nuestras vidas en un autentico programa de Discovery Travel and Living, y largarnos a viajar hasta decir basta.

O. no fue el que me dio la noticia esa mañana, sino que fue mi hermano Carlos, él que me llamó y me hizo una de las preguntas más hermosas que alguien me ha hecho en la vida:

-¿Tienes algo que hacer el 21 de Septiembre?
-No creo hermano ¿Por qué?
-Porque compré tres pasajes de avión y ¡NOS VAMOS A BUENOS AIRES!

Desde ahí me vinieron diversos ataques de felicidad, y con O. disfrutamos de las Fiestas Patrias de manera enloquecedora. Él porque es mi amigo más adicto a la chilenidad, y yo porque no dejaba de pensar en que los días de cruzar la cordillera estaban más cerca.

Llegamos tardísimo al hostal Art Factory, el que resultó ser sencillamente GENIAL. Era atendido sólo por gente joven y decorado por artistas emergentes argentinos, los que habían decorado cada uno de los espacios como si fueran las distintas habitaciones de una galería de arte. Cuando nos estábamos registrando nos contaron que todas las noches en el bar del Hostal tocaban bandas y/o se hacía una fiesta, lo que me produjo espasmos de alegría, además de que había una azotea donde se podía parrandear hasta la hora que quisieras.







Como no queríamos perder tiempo, y además necesitábamos comprobar si eso de que en Buenos Aires las noches las hacían días era cierto, nos alistamos y salimos a pasear por nuestro exquisito y soñado barrio: El barrio de San Telmo. Que resultó reafirmar todos los bellos mitos, y además estar cargado de increíbles bares, pizzerias, gente asumiendo que a la 1:00 AM uno recién debe salir de casa, y todo adornado de esa increíble sensación de que todo puede pasar y que en cualquier minuto tu vida puede dar un giro total.








No sonaba de fondo Wadu Wadu de Virus, pero cada mañana yo la sentía sonar en mi cabeza y me despertaba extremadamente temprano porque sentía una desesperación enorme por no perderme ningún segundo de ese maravilloso lugar. Comíamos hasta enloquecer en el Hostal y a eso de las 9:30 AM partíamos a conocer la ciudad. Creo que nunca he caminado tanto en la vida, pero creo que nunca he sido más feliz caminando como en Buenos Aires.






La calle Corrientes era sin duda: Un sueño. Yo, amante de Broadway, me sentía como en un Broadway sudamericano lleno de teatros, luces, cines, restaurantes y cafés. Y nunca adicción por Pippo no tuvo limites. En Pippo se comía comida italiana en cantidades industriales, por precios extremadamente buenos y con una atención gloriosa. Además la mesa estaba llena de todo tipo de panes, aceites y mucho, pero MUCHO queso, lo que siempre hace de la vida algo mejor.
En los cafés tomábamos chocolate caliente y medialunas, y al segundo nos volvían las ganas y nos metíamos a otro café y así hasta que llegaba la hora de la cena, que por lo general se repetía varias veces. Ya que en más de una ocasión cenamos dos o tres veces.






El teatro era algo indescriptible. Las filas para cada función eran similares a las filas que se arman acá para algunos conciertos, cosa que me llenaba de alegría. Jóvenes  viejos, adultos: TODOS AMABAN EL TEATRO, y con bastante razón, ya que las dos obras que vimos (La isla desierta y La última sesión de Freud) merecían 10 estrellas. Lo lindo también era que si salías a las 12 AM de una función la ciudad seguía viva, y por muy Domingo que fuera no había nada cerrado.





Yo lleve dinero para básicamente dos cosas: comer como trastornada y comprar libros como trastornada, y ambas cosas me resultaron a la perfección. Habían librerías por todos lados, con libros por todos lados y ofertas por donde se mirara, así que comprar 10 novelas resultó ser una experiencia muy grata. Además, y creo que con esto yo llegaba a saltar de alegría, las librerías podían estar abiertas hasta fácilmente las 3 AM, así que si entremedio del carrete te daban ganas de adquirir libracos, podías ir, comprar y continuar con la diversión.




Mi relación con la carne está distante hace millones de meses (sin carne no hay gastritis, es mi lema), pero estando allá, y después de una caminata por toda la ciudad que literalmente duró todo el día, fuimos a un tenedor libre llamado: Siga la vaca, y creo que decir que subí 10 kilos en una noche es decir poco. Comimos como nunca habíamos comido en la vida. Y todo era complementado con jarras de cerveza, bebida o vino, además de conversación alocada. Luego (para lograr bajar en parte la comida) recorrimos todo Puerto Madero caminando (cosa que habíamos hecho en la tarde también) y hasta nos subimos a un barco. 





Y claro, antes de la caminata por toda la ciudad y luego Puerto Madero, luego Siga la vaca, y nuevamente por Puerto Madero, fuimos a uno de los sitios que yo más necesitaba conocer:
EL CEMENTERIO DE LA RECOLETA. Y creo que es muy loco que vincule mi paso por Siga la vaca con mi paseo por el cementerio, pero mis conexiones mentales son locas, y dicen que a las chicas hay que quererlas, no entenderlas.
El Cementerio de la Recoleta es algo así como el lugar lleno de muertos con más vida. Y no sé bien como describirlo, porque era tan hermoso que yo a cada segundo me quedaba sin palabras. Cada tumba era una maravilla arquitectónica, además habían muchos gatos misteriosos, los que te miraban raro y no se movían de las tumbas.










Antes de comenzar la caminata que mencioné más arriba, me separé un rato de mi hermano y su novia, y me fui a un pequeño parque al lado del cementerio, donde todos tomaban mate, Quilmes, comían unos exquisitos panes rellenos, y disfrutaban de un cantante y guitarrista que tocó todas esas canciones argentinas con las que crecimos y que más de alguna vez dedicamos en ataques de amor adolescente, o soñamos que musicalizaran inexistentes ataques de amor adolescentes.

Las ferias libres eran una atracción diaria, y era un gusto pasear por ellas, ya que los argentinos resultaron ser INCREÍBLEMENTE SIMPÁTICOS y siempre resultaba agradable mirar lo que vendían y de paso quedarse conversando de la vida un ratito. La Feria de San Telmo era un real mercado de variedades, donde a pesar de que para recorrerla entera necesitabas de una tarde entera, amabas hacerlo. Y el Mercado de San Telmo era un total encanto, lleno de tiendas de juguetes del ayer, rarezas de los años 50s, muñecas, afiches, antigüedades, ropa vintage y todo aquello que los amantes del ayer necesitábamos para ser felices.













Si me preguntan si viviría ahí, respondería mil veces que sí. Si me preguntan si quiero estudiar guión alguna vez ahí, respondería mil veces que sí también. Y si me preguntan porque razón estoy buscando un mejor trabajo de manera urgente, la respuesta sería: Porque no existe mejor bálsamo para el corazón que un buen viaje. Les aseguro que después de Buenos Aires mi vida no volvió a ser la misma.