sábado, 21 de enero de 2012

La vida cinematográfica

Una vez un psicólogo me dijo que debía reducir, de manera urgente, la cantidad de películas a la semana, ya que el limite que dividía mi mundo real de la ficción estaba a poco tiempo de romperse. Recuerdo que me enojé y no fui nunca mas, ya que consideré que si alguien era capaz de motivarme a dejar de lado una de las cosas más maravillosas que existen en el mundo, no valía la pena escucharlo mas.Han pasado varios años y no sé si mi mundo real y el imaginario siguen divididos o ya se mezclaron por completo, pero cada día confirmo que mientras mas películas vez, mayor es la posibilidad de que conviertas tu propia vida en algo bello, porque inevitablemente si amas tanto lo que vez, comienzas poco a poco a querer convertirlo en realidad. Creo que gran parte de lo que soy es producto de las películas que he visto, y aunque suene absurdo, muchas decisiones importantes las he tomado en base a la inspiración que me ha producido algún acto de alguna escena cinematográfica en particular. Cuando un problema me aqueja, trato de recordar si algún personaje pasó por una situación parecida, y al instante busco la película para ver si su forma de actuar lo llevó a solucionar las cosas, y si la respuesta es sí, de inmediato lo tomo como mentor y lo imito al instante.
Pero creo que el psicólogo no se refería a eso. El se refería al lado B de ver tantas películas. A ese inevitable deseo de que toda la vida sea como en la pantalla, y que al notar que casi nunca es así, cayera en la peor de las depresiones. No quise hacerle caso porque amo a las películas de la misma manera que amo vivir, y sin ellas no le hayo mucho sentido a los días, pero han sido incontables las veces que me he acostado llorando porque nunca nada resulta como en la pantalla grande. Nadie llora de emoción ante la belleza de las cosas, las casualidades no están a la vuelta de la esquina, las fiestas no mejoran con el paso de las horas, los sueños no se cumplen, los villanos siempre ganan, las venganzas jamás resultan, los amores no se escapan de la ciudad, nunca llegan flores traídas por un anónimo cartero, la gente no se hecha de menos al nivel que su corazón se desgarra al experimentar la distancia, cuando suena el timbre a medianoche nunca es tu amado buscando tu perdón y jamás, pero jamás la gente es feliz para siempre, por instantes si, pero por la eternidad no.
Y creo que por eso amo tanto el cine. Supongo que por la capacidad que tiene de hacerme creer por unas horas que todo, absolutamente todo, es posible.

1 comentario:

  1. Me encanta tu blog. Son unos dibujos de pájaros lindísimos ¡cuánta ternura!.
    Quiero agradecerte que te pasaras por el mío (y las cosas que dices de lo que escribo jeje: si te dan ganas de acercarte a las películas y/o los libros que comento, entonces me doy por satisfecha).
    Escojo este post acerca del cine y los peligros de gustarle a una tanto para decirte que sí, que yo también creo que las películas conforman nuestra propia existencia y no al revés -hay que tener cuidado-.
    Nos leemos.
    Saludos españoles.

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