miércoles, 13 de junio de 2012

Los viajes en el tiempo


Ayer comencé a estudiar Cuento y Poesía. Y al contrario de lo que opina mi madre, creo que en las actividades menos rentables, es donde se encuentra la mayor amplitud para el espíritu.
En el curso son sólo hombres y yo. Tomamos el té y hablamos de nuestros libros favoritos, luego, de la poesía que mata, y también de las vidas de café y bohemia de los autores clásicos. También del miedo, de como enfrentábamos el miedo, de como el miedo estaba en las letras de tantos, de como aplicarlo al arte.
Todos fumaban y yo pensaba: Lo único que falta es el opio, lo único que falta es el opio. Pero no hubo opio, pero si declaraciones de esas que amo escuchar.
Por primera vez, en siglos, un compañero declaró: La juventud, aquella que se desvivía y vibraba con el estudiar, la que deliraba con la investigación y con los días de eterna lectura, está muerta. Otro dijo: Bueno, quizás existe un 5% vivo. Yo dije: Dales a leer Los Miserables y te dirán que el domingo lo ocupan en ver ¿Perla?. Muchas risas y todos amigos.

Era como haberse trasladado en el tiempo, así como en Medianoche en París. Y ahí, en un grupo de hombres que jamás había visto en mi vida, me di cuenta de algo. La juventud no es un divino tesoro, porque la juventud está llena de ignorancia. ¿Y cual es la validez de eso? ¿Qué tiene de hermoso?
Es en la adultez donde está la belleza.

Me despedí de todos y mi corazón se lleno de la dicha de tener 25 años.

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